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Terror en Italia

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Terror en Italia


Érase una vez en la época o tiempos de los 70, aproximadamente en 1970, una familia de origen burgués y de alta alcurnia, una de las más ricas de la ciudad de Berlín, Alemania. Tuvieron planificado desde ya 30 semanas atrás un viaje a Roma, Italia, ellos vivían en una mansión cubierta de inmobiliario bellísimo, productos lujosos además de materiales valiosísimos en oro y plata, se podría decir que eran multimillonarios. Su apellido de alto estatus y poderío es DiCaprio de las Casas; dicho núcleo de convivientes estaba conformado por la señora Eleonor Umbridge, una mujer bella, radiante, alta y admirable, por otro lado, el señor Adolfo DiCaprio, un hombre apuesto, honrado, emprendedor y amoroso con su familia, Jorge un pequeño niño de 8 años con su hermana Luciana de 13 años. Todo era tan feliz y lleno de algarabía para el núcleo parental, puesto que, el padre estaba muy satisfecho de la gran cantidad de ingresos que había adquirido con mucho esfuerzo de su trabajo en el mes de junio por el hecho de lograr la estadía perfecta para sus semejantes. Asimismo, Adolfo DiCaprio tomó la grata decisión de hacer un viaje a las ciudades romanas, Él trabajaba en la empresa “Electro COMU” ubicada en Múnich, en ese entonces, era considerada como uno de los mejores campos laborales en la Europa Occidental.

Ya siendo la mañana del día 27 de junio, a las 9:16 a.m., la familia “DiCaprio de las casas” con toda la ansiedad pero a la vez emoción se alistaron en “ un dos por tres” y tomaron el primer vuelo que se dirigía automáticamente ( de manera directa) a Italia, siguiendo las indicaciones del guía de turismo consiguieron mantenerse precavidos, tranquilos.

Luego de 1 hora y media, Sofía ya estaba en plenos antojos, a ella le fascinaba los snacks, por tal caso, agarró su pequeño bolso rosado y sacó unas papitas Lay's, su fiel amigo. Los padres no paraban de mirar entre ventana y ventana del avión las nubes “esponjosas” a ver si en algún momento llegan al cielo italiano. Ya faltando 10 minutos Adolfo pidió un pequeño mapa con total cordialidad y discreción, para no perderse en las calles de los pizzeros, Él lo aceptó y lo guardó en la maleta de cuero.

Llegó el momento de aterrizar ellos llegaron a la sala de ingreso del aeropuerto de Italia y recepcionaron, tomaron un taxi rumbo a las calles, la ansiedad cada vez más carcomía a toda la familia, incluso al pequeño Jorge, se bajaron, tomaron paradas por las avenidas Romano, Papazzi, Bon Com, entre otras, todo era tan hermoso y el clima recreativo era cada vez más acogedor. Paulatinamente o por “arte de magia” se les acercó un viejo decrépito y de “mala espina”, pero, cuando les comenzó a hablar el estereotipo hacia Él fue borrado. El viejito les ofreció de la manera más caritativa y/o bondadosa posible un hospedaje en un castillo que se encontraba a espaldas de la iglesia del el vaticano, como la familia profesaba la religión del catolicismo, por ello, aceptaron la propuesta sin pensarlo.

Ya dirigiéndose al castillo, un lugar extremadamente grande, estructurando a la perfección, como acostumbrábamos a verlo en los cuentos de hadas, era de madera, entraron y se pudo observar una escalera amplia que dirigía a un montón de habitaciones, el lugar no era tan luminoso, pero por lo menos, las lámparas corregían dicho error, los espacios por recorrer generaban acogimiento en la familia, el viejito les dijo que disfruten como si fuera su casa, Jorge fue corriendo a una de las habitaciones y se echó en una cama confortable y de algodón cómodo para él, Adolfo DiCaprio agradeció la hospitalidad del señor guiñándole el ojo como señal de gratificación. Después de 20 minutos el aroma de un rico lechón salido del horno empezó a esparcirse por todo el ambiente del castillo, el viejito los llamó a todos para poder cenar con una campanada, ellos asistieron a la pequeña reunión en el comedor, amplio de longitud, mientras comían el festín, el abuelito dijo algo que espantó a la mayoría, a excepción de Jorge, pues mencionó que a las 12:00 a.m sale un fantasma o espectro de la habitación número 13 y empieza a deambular por todos los pasillos del castillo, les advirtió que todos se mantengan en sus cuartos durmiendo y que por nada del mundo salgan pues dicho espectro era el de un hombre muy malo que había cometido un montón de crímenes 50 años atrás, además, si ve a una persona toma su espíritu para hacer un conjuro y desaparecerlo. A medida que el abuelito contaba la historia espeluznante Luciana intentaba ignorarla pero tal era su curiosidad que no “despegaba el ojo” de la boca del vejete.

Adolfo cortó las palabras del dueño del castillo y dijo que todo eso era falso, ya que ellos profesaban una religión que va en contra de dichas especulaciones del más allá, la señora Eleonor acotó que no hay que dejarse llevar por historias tontas, los fantasmas son un mito, su existencia es falaz. El hombre añejo quiso agregar como modo para “meter candela o cizaña” que cuando caiga un rayo en el vaticano (una iglesia que quedaba a espaldas del castillo), será el momento propicio cuando el espectro haya tomado el espíritu de un ser y el momento exacto que se hizo el conjuro. Adolfo molesto le dijo que parara de contar esa historia, además cambiar de tema de una vez por todas, que hay niños presentes (Luciana y Jorge), el hombre cano asintió y mencionó que ya es una hora prudente para irse a descansar en las habitaciones, ha sido un día muy largo para todos, se requería un reposo URGENTE; todos estaban de acuerdo y agradecieron por el delicioso plato que les sirvió, RIQUÍSIMO dijeron todos a la vez.

Luciana y Jorge irían a dormir juntos pues Luciana, a pesar que tenía 13 años era muy temerosa con temas de FANTASMAS o ESPÍRITUS del más allá, con mucha más razón después de escuchar tan horripilante reseña, por otro lado, los padres dormirían juntos, como ya era costumbre; gracias a la amplitud de los cuartos la comodidad se hizo presente, Adolfo le iba a dar las buenas noches al vejete, mirándolo por el balcón de la escalera pero no pudo hallarlo, ni siquiera sabía su nombre, pero para él no era necesario saberlo, ni un rastro del señor tomó como opción entrar al dormitorio de sus hijitos y abrazarlos, eran su mayor tesoro, después fue donde Eleonor, ella le dijo que ya hay que dormir, mañana saldrán a visitar más lugares de Italia, necesitaban recargar energías.

Siendo las 11:45 a.m. Luciana sintió que una lámpara se cayó del primer piso, pero tanta magnitud tenía su sueño que lo dejó pasar por imprevisto, de ahí sintió unas caminadas que iban y venían, era una secuencia muy aterradora que sentía que venía más y más a sus oídos, aun así, el sueño le venció, en el caso de Jorge, Él parecía una flor metida en su capullo, se quedó “seco”. En la otra estación, Eleonor sintió que se cayó un vaso de vidrio, venía de la cocina, ella atinó en mirar arriba, luego sintió que alguien subía y bajaba por las escaleras, intentó prender rápidamente la lámpara que estaba a su lado derecho y no prendía, la oscuridad crecía más y más, su corazón palpitaba aceleradamente, POBRE MUJER, apretó el despertador y vio que eran las 12:13 a.m, tocó al lado izquierdo y su marido no estaba, no puede ser decía desesperadamente la mujer, ella recordó las palabras “ del miedo” del anciano, después de 30 segundos , ella pensó que su pareja fue por un poco de agua. En ese momento, llegó Adolfo a la habitación pero no decía palabra alguna, la mujer sintió que se sentó en la cama y que la miraba fijamente sin “echarle el ojo de la cara” volvió a intentar a prender la lámpara y lo consiguió, llevándose una sorpresa terrorífica, su esposo tenía la imagen de un viejo decrépito , la piel arrugada como la verruga, teniendo un físico muy semejante al señor que les dio hospedaje en el castillo, escuchó que un rayo cayó muy pero muy cerca al lugar donde residía, como si fuese en el Vaticano.