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Cuando reconocemos a un Maestro, sólo cabe el respeto y la admiración, la emoción más profunda y la contemplación serena. El sorprendente alcance de sus imágenes, que conmueve los cimientos de algunos, con esos planos tan naturales como intrascendentes,en apariencia, con diálogos tan cotidianos como apabullantes, en su significado profundo, entrelazados junto a otros en el extremo opuesto, acaba por llevarte al borde de una catarsis. El microcosmos, el fino detalle de la existencia individual, junto al Macrocosmos que trasciende tiempo y espacio, consigue finalmente, romper la coraza que todos tenemos al comienzo, esa que arrastramos, producto de la monótona e insípida cotidianidad que nos contamina de escepticismo y alejamiento de la Madre Naturaleza en la que estamos inmersos sin querer reconocerlo. El mérito de intentar, tan sobriamente, expresar algo tan grande, como hermoso y profundo, ya lo eleva a lo más alto de la historia del cine. Para mí estará, junto a otros maestros, a la vera de Stanley Kubrik, en el panteón de los ilustres que han intentado transmitir algo de ese sentido de la vida, tan sutil que se nos escapa a todos entre los dedos, porque no se puede aprehender, porque radica en otra dimensión de nosotros mismos a la que no se nos propicia acceder desde la velocidad del mundo moderno y sus lastres, dogmas y tradiciones encadenantes. Los tres actores principales, con Brad Pitt a la cabeza, Padre, Madre e Hijo, nos reflejan a todos en el espejo.Geniales. No parecen actuar, simplemente lo viven. Es como espiar por el ojo de una cerradura tu propia vida. También mérito, en parte de Malick por la dirección de actores. Personalmente, puro cine. Una obra Maestra. Luzbel.