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El centurión romano (en latín, centurio y en griego Taxiarkos[1]​) era un rango del ejército romano, que desde la época de la Legión manipular en adelante se encontraba generalmente al mando desde una Centuria hasta una Cohorte romana. Dentro del empleo de centurión había muchos grados, por lo que es difícil hacer una comparación con los ejércitos modernos, pues sus funciones abarcaban a veces misiones de lo que hoy se consideraría un suboficial y otras veces eran como oficiales. La promoción a la primera cohorte, cuyos centuriones eran conocidos con el nombre de primi ordines podía convertir a un centurión al rango máximo que podía alcanzar en la Legión: el de primus pilus prior (literalmente: primera lanza)

Durante la época imperial eran normalmente personas de extracción social media, que accedían al rango de equites cuando acababan su servicio en el ejército. Aún cuando eran eminentemente militares, también cumplían con funciones administrativas, de policía e, incluso, dilpomáticas.

Acabaron desapareciendo hacia el siglo IV, cuando fueron sustituidos por la figura del "centenario", que conservó ciertas funciones mlitares del centurión.

Aspecto de un centurión del año 70 d. C.

Historia[editar]

Orígenes y desarrollo en la Legión Manipular[editar]

No está establecido cuándo aparecieron los centuriones en el ejército romano. La primera mención histórica a ellos la tenemos en Polibio que en su obra "Historia Universal" describe el funcionamiento y composición de las legiones en la época de las Guerras Púnicas.[2]​ Sin embargo, Livio menciona a un centurión en los tiempos de Marco Furio Camilo y aunque probablemente éste caso se trate de un anacronismo,[3]​ la mención al centurión Espurio Ligustino sobre el año 191 a.C es muy posiblemente histórica.[4]

Polibio habla de la legión como un ente ya constituído en su época, si bien estaba seguro de que era así desde hacía al menos un siglo, por lo que es lógico suponer que la figura del centurión se fue desarrollando poco a poco con el tiempo. De hecho, la etimología de su nombre induce a pensar que era en tiempo el jefe designado por los Comicios Centuriados para mandar cada una de las centurias que de ellos salían para la guerra. Lo que está claro es que no tenemos información fidedigna en las fuentes sobre el cargo y sus funciones hasta las Guerras Púnicas.

Como es sabido, la "legión polibia" o "legión manipular" (llamada así para distinguirla de la legión profesional instaurada despúes de las reformas de Cayo Mario) estaba estructurada en tres líneas, u órdenes, denominados hastati —los más jóvenes—, princeps -los varones en la flor de la vida-, y triarii -los veteranos-. Cada una de éstas líneas se organizaba en manípulos de 120 hombres cada uno (excepto los de triarii, que eran de 60), compuestos, a su vez, por "centurias" de 60 hombres cada una -30 hombres en los triarii-. Cada centuria estaba dirigida por un centurión, y contaba con su portaestandarte (signifer) y su optio.[5]​ El centurión del ala derecha del manípulo era el de mayor edad y tenía el mando sobre todo el manípulo, y capacidad para elegir al otro centurión y el resto de los mandos del manípulo. Sin embargo, no está claro cuál era la jerarquía entre todos los centuriones de la Legión, y, de hecho, ni siquiera consta que existiera tal jerarquía; hemos de tener en cuenta que la legión manipular se desmovilizaba al final de cada campaña, y volvía a formarse al comienzo de la siguiente, no necesarimanete con los mismos efectivos que la habían conformado en el pasado.

Al parecer, los centuriones eran elegidos teniendo en cuenta solamente cualidades como la disciplina, la valentía, la capacidad de liderazgo, el compromiso con sus hombres y con Roma, etc.[6]

El papel del centurión en la Legión profesional[editar]

El rango de centurión es el que ha recibido una mayor atención por parte de los estudiosos del ejército romano. En la Legión profesional, los centuriones pasaron a ser una especie de suboficiales con un mando táctico y administrativo, muchos de ellos ascendidos directamente de entre la tropa por sus cualidades de resistencia, templanza y mando.[7]​ Sus títulos se heredaron del ejército republicano,[8]​ con lo que en cada cohorte existían seis centuriones que, en orden ascendente, eran: un hastatus posterior, un hastatus prior, un princeps posterior, un princeps prior, un pilus posterior y un pilus prior. Este último pudo haber actuado, de facto, como comandante de la cohorte al completo en función de su veteranía.[8]​ Por otro lado, esta estructura se alteró en las primeras cohortes desde época Flavia, ya que sólo existían cinco centuriones, los primi ordines, de los que el "primus pilus" era el más valorado. Incluso podían existir más centuriones en una legión de lo que era habitual, y ello se debía a la presencia de veterani o supernumerarii que, si bien no ejercían un mando militar efectivo, sí tenían encomendada una función administrativa. Los centuriones, como ya se ha dicho, debían ser personas extremadamente importantes, a los que se podían encargar misiones de responsabilidad considerable, siendo algunos nombrados como embajadores.[9]​ De todo ello se puede desprender que debían poseer un nivel de alfabetización alto y un conocimiento adecuado de la aritmética. Todo ello hacía que los centuriones retirados gozaran de un gran prestigio en las ciudades en las que residían.[9]

Desaparición de los centuriones[editar]

[hipótesis sobre el porqué del cambio; rasgos generales]

La vida diaria del centurión[editar]

Reclutamiento[editar]

Si bien la mayoría de los centuriones eran reclutados de entre la tropa, como se ha dicho anteriormente, podía haber diferencias entre ellos debido al estatus social del que gozaba su familia o a la provincia de donde provenían, aunque no se sabe con certeza. El único hecho comprobado es que el paso por esta o aquella provincia o unidad no constituyó privilegio alguno a la hora de las promociones,[10]​ y solamente el paso por la I cohorte o por la guarnición de Roma representaba una promoción real.

En el siglo I d.C., la mayoría de los centuriones encuadrados en las legiones poseía un origen itálico, de familias con un alto nivel de romanización que poseían la ciudadanía romana desde antiguo.[10]​ Así, estos suboficiales podían proceder de familias notables, accediendo a su grado no siempre pasando por los rangos inferiores.[11]​ Está demostrado, incluso, que algunos centuriones eran hijos de antiguos soldados, y que otros procedían del rango ecuestre. A mediados del siglo II d.C. se atestiguó un cierto cambio de tendencia, y los provinciales comenzaron a equipararse con los italianos, pero parece ser que siempre solían escogerse para el cargo personas procedentes de las provincias occidentales.[10]

Los centuriones, por tanto, solían proceder de la parte más antigua y romanizada de las clases medias romanas, lo que por parte del poder era una apuesta clara por la calidad.[10]

Deberes[editar]

Instrucción y disciplina[editar]

El centurión enseñaba al soldado todo lo necesario para el combate y la milicia bajo un reglamento bien redactado.[12]​ Ésta instrucción era una práctica cotidiana[13]​ a la que se daba gran importancia dentro del pensamiento romano,[14]​ y consistía básicamente en conferir al legionario la forteleza física y mental necesarias para vencer al enemigo. Los centuriones consideraban que un soldado, a la hora de entrar en batalla, tenía que haber sentido muy de cerca el cansancio y el dolor, así soportaría mejor las heridas en combate.[15]

Dado que esta actividad estaba revestida de gran importancia, su ejecución no quedaba sujeta a la buena voluntad de cada cual. Los centuriones controlaban regularmente el nivel de preparación de cada soldado mediante inspecciones diarias.[16]​ En sus rondas, estos oficiales controlaban el estado físico de los soldados, su armamento, revisaban las listas de efectivos, los avituallamientos, las rondas de centinelas, etc. Todo ello era plasmado en detallados informes que remitían a sus superiores inmediatos.[17]

La instrucción estaba estrechamente unida a la disciplina, la cual se inculcaba a los soldados:[18]​ debían respetar a los superiores, ejecutar sus órdenes sin objeciones, procurar que sus armas estuvieran en buen estado y aprender las distintas técnicas de combate, formación y marcha. El soldado debía saber cuál era su papel en todo momento, ya que lo había repetido mil veces en el campo de entrenamiento. Con ello se creía que aumentaba la confianza en sí mismo y en sus superiores.[19]

Dada esta concepción de la disciplina, obviamente también se castigaba a los soldados por sus negligencias. El castigo físico estaba muy extendido dentro de las legiones, y los centuriones solían proceder con mano de hierro en tales asuntos, excepto si se les daba a cambio un sustancioso soborno.[20]

Ante faltas menores, los centuriones podían castigar al subordinado negligente con guardias adicionales, proporcionarle una comida peor que a sus compañeros,[21]​ enviarle a la prisión o, por el contrario, obligarle a pasar la noche fuera de las fortificaciones del campamento.[22]​ Obviamente, los latigazos estaban a la orden del día, y los centuriones también podían golpear las espaldas con su bastón de mando, la vitis. También abundaban la imposición de multas, degradaciones y cambios de unidad.

En casos más graves, como la deserción, la cobardía en combate o la negligencia en las rondas de guardia, el castigo podía conllevar la pena de muerte para el soldado.[23]​ La sentencia la podían aplicar sus propios compañeros, cuyas vidas había puesto en peligro, mediante lapidaciones o apaleamientos hasta la muerte.

Tareas administrativas[editar]

Los centuriones, como ya se ha dicho, debían ser personas preparadas y poseer una serie de conocimientos indispensables, como saber leer y escribir, además de contar, sumar y restar. Esto era debido a que éstos suboficiales eran los encargados de llevar los registros de la centuria, una serie de informes detallados de las actividades y destino de cada uno de los soldados que la componían,[24]​ que luego remitían a sus superiores inmediatos.

Cada centurión tenía subordinados que realizaban estas tareas administrativas bajo sus órdenes, entre los que se encontraban los exacti,[25]​ los actarii, los commentariensis, los tabularii y los librarii. Por norma general, estos soldados hacían que la centuria funcionara adecuadamente, encargándose de repartir las provisiones y realizar inventarios de productos alimenticios, asignar su puesto a cada uno de los soldados, llevar las cuentas de la centuria, efectuar el recuento de soldados, repartir la paga y un sinfín de otras tareas, siempre bajo la atenta mirada del centurión. Era a él, y a nadie más, a quien se le culparía por el mal funcionamiento de esta burocracia.

Además de garantizar el buen funcionamiento de la unidad, a los centuriones también se les podía encargar que su centuria patrullara los alrededores del campamento para garantizar el orden y la seguridad entre la población civil.[26]​ Así, los centuriones (o sus subordinados) rellenaban numerosos informes y estadillos del servicio, anotando todos los incidentes relacionados con la tropa y el territorio que debían vigilar, de los que la arqueología ha encontrado numerosos ejemplos.[27]

Por otra parte, no se puede olvidar que a los primipilos se les podía encargar, además, tareas de máxima importancia más acordes con su elevado rango. Estas tareas iban desde comandar el “cuerpo de policía” y las prisiones militares dentro del campamento[28]​ hasta ser nombrados como embajadores y mediadores ante una corte extranjera.

Ejemplo en combate[editar]

Centuria[editar]

Medallón funerario de un centurión del siglo II encontrado en Carinthia (Austria).

Pese a lo que se suele pensar, su nombre no procede de que en un principio constase de cien hombres, ya que es anterior al propio rango de centurión, sino que deriva de la propia centuria, unidad administrativa y política que en Roma tenía su propia vertiente civil. De hecho, la centuria en sí nunca adoptó un tamaño de cien hombres, sino que en época republicana osciló entre los treinta de una centuria de triarii (triarios) y los sesenta de los hastati y príncipes (lanceros y principales). Hacia finales del siglo II a. C., la centuria pasó a contar con unos ochenta hombres, cifra que se mantendrá a lo largo del Alto Imperio (siglos I-III), teniendo, así, la Legio Augustea sesenta centurias de ochenta hombres que hacían un total de cuatro mil ochocientos hombres. Más adelante, hacia la época Flavia, la primera cohorte duplicará los efectivos de sus centurias, pero se reducirá el número de las mismas a cinco, con lo que la legión contará ahora con cinco mil ciento veinte hombres de armas.

El grueso de la legión era dirigido por los centuriones, ya que cada cohorte contaba con seis de ellos para dirigir cada una de sus seis centurias. Cada uno de estos centuriones se acomodaba, dentro de cada cohorte, a una estricta jerarquía. Ésta, en orden ascendente, es: un hastatus posterior, un hastatus prior, un princeps posterior, un princeps prior, un pilus posterior y un pilus prior. Este último puede haber actuado, de facto, como comandante de la cohorte al completo en función de su veteranía. Por otro lado, esta estructura se altera en las primeras cohortes desde época Flavia, ya que sólo existen cinco centuriones, los primi ordines, de los que el primus pilus es el más valorado. Lo normal es que tras un año ejerciendo tal cargo, el primipilo lograse ser ascendido al ordo equestris. A mayores legiones, pueden existir más centuriones de lo que es habitual, y ello se debe a la presencia de veterani o supernumerarii que, si bien no ejercen un mando militar efectivo, sí tienen encomendada una función administrativa

Uniforme[editar]

Estela funeraria del Centurión Titus Calidius Severus procedente de Carnuntum, mostrando sus insignias y equipo.

De acuerdo con las fuentes iconográficas, reflejadas mayoritariamente en algunos relieves históricos -p.ej. Arco de Orange-, en algunos sarcófagos de los siglos II, III y IV, y en algunas inscripciones funerarias, el centurión romano se distinguía por su particular uniforme, que estaba constituido por:

  • Una túnica corta de color blanco (decursio albata), que en los climas fríos se complementaba con unos pantalones cortos.
  • Una armadura de cota de malla (lorica hamata) o de escamas (lorica squamata), muchas veces cubierta por phalerae o condecoraciones en forma de medallón y torquex o pulseras colgantes.
  • Portaba la espada corta -gladius- en el lado izquierdo en lugar del derecho, habitual en los simples milites, sujeta al cuerpo mediante un cingulus o cinturón con la funda del arma.
  • Usaba protecciones en las piernas (grebas)
  • Sobre el casco (cassis) lucía una cresta (crista), que cruzaba lateralmente la cabeza. Algunas teorías de historia militar atribuyen la disposición transversal de este penacho a la necesidad de hacerse visible por la espalda para sus soldados, pero en época imperial el resto de los soldados no utilizaba cresta ordinariamente, ya que se reservaba para las armaduras de parada, por lo que solamente los centuriones llevaban este vistoso elemento, que permitía identificarlos fácilmente. Carecemos de evidencias arqueológicas sobre su color aunque se barajan el blanco, negro o rojo.
  • Calzaba caligae o sandalias claveteadas, similares a las de sus hombres.

Los centuriones también llevaban un bastón de mando, habitualmente una vara de vid, llamada vitis, como símbolo de su autoridad, y que, durante las tareas de entrenamiento, utilizaban a discrección para golpear a los torpes y rezagados.

Suboficiales[editar]

Cada centurión era asistido en su centuria por un optio, un signifer y un tesserarius, suboficiales que reciben el nombre de "principales". El primero era el lugarteniente del centurión –lo ayudaba en la táctica y en el mantenimiento de la disciplina y la forma física de los soldados…-, el segundo era el portaestandarte y tesorero de la centuria, y el último se encargaba de suministrar las contraseñas y de actuar de oficial de enlace.

En el campo de batalla, el centurión se situaba en el extremo derecho de la primera fila de hombres de su unidad, junto al signifer, mientras que el optio se situaba en la retaguardia, para evitar, si era necesario, la desbandada de las tropas, y garantizar los relevos entre líneas típicos del orden cerrado utilizado por el ejército romano.

Superiores[editar]

Eran rangos superiores a los de centurión el de tribuno que solian ser los jovenes de la clase senatorial que estan realizando su primer sevicio en la legión antes de recebir los cargos publicos en la vida civil aunque hay tribunos quienes han elegido la vida militar como la profesión (tanto augusticlavius -del orden ecuestre- como laticlavius -senatorial-) o el de praefectus castrorum -generalmente un antiguo centurión-, estando todos ellos subordinados al legado de la legión. En comparación a la organización militar moderna, podrían ser aproximadamente el equivalente a un comandante de una compañía de infantería, con el rango de capitán y siendo los centuriones de mayor antigüedad comparables al rango de mayor.

Centuriones famosos[editar]

Referencias[editar]

  1. Polibio, Historias, VI, 24,1.
  2. Polibio, Historias, IV, 19.
  3. Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, V, 55, 2:
    [...] casualmente unas cohortes que volvían de su guarnición cruzaban el foro en fila y el centurión, en el comicio, gritó: «¡Abanderado, hinca tu enseña; aquí estaremos perfectamente!»
    El hecho en sí es discutible, pues como es sabido no podía haber hombres armados dentro del pomerium.
  4. Northwood, Simon. "The Roman Soldier 758 BC-117 AD", Ed. Osprey, Colección Men at Arms, pág. 66
  5. Polibio, Historias, VI, 24, 6.
  6. Adrian Goldsworthy, El ejército romano, p. 27. Polibio también menciona que eran escogidos por sus meritos de entre los soldados, cf. Polibio, op. cit., VI, 24, 6.
  7. Idem, pág. 72. Aunque se refiere a los centuriones de la legión manipular, Polibio también hace hincapié en esto, cf. Polibio, Historias, VI, 24, 1-9.
  8. a b Idem, pág 69.
  9. a b Idem, pág. 72.
  10. a b c d Yann Le Bohec, El Ejército romano, cap. III.
  11. Dión Casio, Historia romana, LII, 25.
  12. Flavio Josefo, Guerras de los Judíos, V, 3, 4 (1223-126).
  13. Idem, III, 5,1 (73)
  14. Cicerón, Tusc., II, 16, 37;Vegecio, Epitoma institutorum rei militaris, I,1.
  15. Cicerón, op. cit., II, 16, 38.
  16. Yann le Bohec, op. cit., cáp. IV.
  17. Idem, cáp. II.
  18. Tácito, Historias, II, 76, 12; III, 42, 1.
  19. Frontino, op. cit., IV, 1-2 y 5-6; Vegecio, op. cit., I,1.
  20. Tácito, Anales, I, 17, 6; Historias, I, 46, 3-6.
  21. Polieno, Stratagemata, VIII, 24, 2.
  22. Frontino, op. cit., IV, 1, 21; Tácito, Anales, XIII, 36.
  23. Idem, XI, 18, 3; Flavio Josefo, op. cit., III, 5, 7 (103); VI, 7, 1 (362).
  24. R. Marichal, Les ostraka de Bu Njem, Libya, Ant., Supl., VII, 1992.
  25. ”las gentes de actas”, cf. Yann le Bohec, op. cit., cáp. II.
  26. Adrian Goldsworthy, op.cit, pág. 91-92.
  27. R. Birley, Vindolanda’s Roman Records, 2ª ed., 1994.
  28. Yann le Bohec, op. cit., cáp. II.

Bibliografía[editar]