Usuario:Spirit-Black-Wikipedista/Hernán

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano
Lealtad España
Rango militar Conquistador y explorador
Conflictos Conquista del Imperio Azteca
Firma

Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano (Medellín (Badajoz), 1485Castilleja de la Cuesta, (Sevilla), 2 de diciembre de 1547), conquistador español del imperio azteca, (hoy el centro de México) primer Marqués del Valle de Oaxaca, gobernador y capitán general de la Nueva España y figura polémica de la historia nació en Medellín, en la Extramadura española, en 1485. Fue hijo único de un hidalgo extremeño, llamado Martín Cortés y de Catalina Pizarro Altamirano.

Tras un breve paso por la Universidad de Salamanca, embarcó para las tierras del Nuevo Mundo en 1504. Durante siete años residió en la isla de La Española como escribano y terrateniente con encomienda de indígenas y en 1511 acompañó como secretario al gobernador de Cuba, Diego Velázquez, en una expedición. En 1518 Diego Velázquez confió a Hernán Cortés el mando de una expedición a Yucatán; sin embargo, el gobernador desconfiaba de Cortés.[Nota 1]​ Desobedeciendo órdenes expresas del gobernador Velázquez, fundó en la costa del golfo de México la ciudad de Villa Rica de la Veracruz. Allí tuvo noticias de la existencia del imperio azteca, cuya capital se decía que guardaba grandes tesoros, y se aprestó a su conquista. Para evitar la tentación de regresar que amenazaba a muchos de sus hombres, Hernán Cortés hundió sus naves en Veracruz. De igual forma, logró alianzas con los toltecas y tlaxcaltecas. Tras saquear Cholula, llegó a la capital azteca, Tenochtitlán, en donde fue recibido pacíficamente por el emperador Moctezuma.[Nota 2]​ Cortés enfrentó a las tropas de Pánfilo de Narváez, enviadas por el gobernador Velázquez para castigar su rebeldía y devolverle a Cuba; éste dejó a Alvarado a cargo de Tenochtitlan y derrotó a Pánfilo en Cempoala y consiguió que se uniese a él la mayor parte del contingente. Cuando regresó a Tenochtitlan, encontró una gran agitación indígena contra los españoles a causa de los ataques realizados a sus creencias y símbolos religiosos y de la matanza de sus nobles por Alvarado. Hizo prisionero a Moctezuma e intentó que éste mediara para calmar a su pueblo, sin lograr otra cosa que la muerte del emperador. Finalmente, Cortés se vio obligado a abandonar Tenochtitlan en la llamada «Noche Triste», en la que su pequeño ejército resultó diezmado. Refugiado en Tlaxcala, siguió luchando contra los aztecas —ahora bajo el mando de Cuauhtémoc—, a los que derrotó en la batalla de Otumba; y, finalmente, cercó y tomó Tenochtitlán. Destruida la capital azteca, reconstruyó en el mismo lugar la ciudad española de México. Asimismo, intentó anexionar los territorios de Baja California, Yucatán, Honduras y Guatemala.

La fase posterior de la vida de Cortés se caracterizó por la configuración económica, social y política de los dominios incorporados y la expansión hacia nuevas áreas. Cabe destacar también la faceta de escritor de sus propias vivencias, plasmadas en las Cartas de relación, uno de los ejemplos más notables de relatos de la conquista. El último periodo de la existencia de Cortés estuvo marcado por su pugna con los intereses de la Corona, que pretendía convertir el territorio conquistado en una pieza más dentro de un esquema organizativo propio de un Estado moderno, lo que difería de la concepción cortesiana. Por ello, el conquistado vio reducirse sus poderes, aunque recibió como feudo amplios dominios. Cortés murió en la localidad sevillana de Castilleja de la Cuesta en 1547.

La expedición del Caribe[editar]

Tenía Fernando Cortés diez y nueve años cuando el año de mil quinientos y cuatro que Cristo nació, pasó a las Indias y de tan poca edad se atrevió a ir por sí tan lejos. Hizo su flete y mataloje en una nao de Alonso de Quintero, vecino de Palos de Moguer, que iba en conseerva de otras cuatro, con mercadería.[1]

Así Gómara expresa el modo y la ocasión en que el joven Cortés, por fin, vió hecho su anhelo de cruzar la mar océana.

El viaje fue muy accidentado, debido en gran parte a las artimañanas del juego sucio desplegado por el maestro Alonso de Quintero que, tras la escala técnica obligada en La Gomera, se quiso adelantar a los demás navíos para alcanzar las primicias comerciales en La Española, pero una tempestad puso en grave peligro el barco y hubo de tornar velas. La literatura laudotoria sobre Cortés apunta, además, que la tripulación se salvó gracias a que en el peor de los momentos de la tormenta se encontraba en una parte de la nave que resultó poco afectada.

Pero a pesar de que los cuatro navíos restantes de la flotilla aguardaron a que la nao capitaneada por Quintero reparara sus desperfectos, a los pocos días el taimado maestre repetía su proceder y se adelantaba, a quienes jornadas atrás se habían comportado caballerosamente con él. La impericia del piloto, de la familia de los Niño, constituyó la segunda fuente de problemas y peligros del viaje: durante días anduvieron desorientados en trance de zozobrar y hambrientos. De nuevo, Gómara explica la salida de situación tan azarosa:

Estando pues en esta tripulación, vino a la nao una paloma el Viernes Santo, ya que se quería poner el sol, y sentándose en la gabia. Todos la tuvieron por buena señal, y como les pareciese milagro, lloraban de placer.[2]

Por fin, llegaron a Santo Domingo en torno a la Pascua de 1504. Apenas puesto el pie en tierra, se lez hizo saber a los viajeros la conveniencia de empadronarse en una ciudadpara tener derecho a solar, tierra y un cupo de indios de repartimiento, a cambio del compromiso de residir en el lugar cinco años. El anónimo autor de De rebus gestis Ferdinandi Cortesii precisa que el propósito de Cortés era «recoger oro», lo que desaconsejaba Medina, el secretario del gobernador Ovando.

Primeras andanzas en el Caribe[editar]

Cuando Cortés desembarcó en La Española, a la vista de los expuesto, el consejo del secretario Medina no le resultaría vano, si quería prosperar en la colonia. Se asentó en Azúa, donde se benefició de las tierras que se le repartieron y de los indios encomendados, al tiempo que desempeñaba el cargo de escribano público. Sorprende que quien «era muy belicoso y de pensamientos muy levantados»[3]​ se convirtió en un pacífico granjero. Por las fuentes que se tienen, parece que solamente pendencias y aventuras relacionadas con líos amorosos caracterizaban por entonces la vida de Cortés. Bernal Díaz del Castillo se refiere a que fue «travieso sobre mujeres»[4]​ y que se «acuchilló alguna vez»[5]​ para dirimir en tales lances las querellas del amor. Sin embargo, otros califican la continencia y castidad de Cortés como «templada».[6][Nota 3]​ Es de notar el riesgo que implicaban tales devaneos, ya que Ovando no se anduvo con remilgos a la hora de castigarlos, incluso devolviendo a la metrópoli a los colonos que incurrían en ellos.[5]

Tal vez fuera una consecuencia de los amoríos, que Gómara diagnostica como «postema que se le hizo en la corva derecha»,[7]​ la que le impidió, una vez más, alistarse en la expedición de Diego de Nicuesa a la zona del istmo panañemo.[Nota 4]

En julio de 1509 cesaba Ovando como gobernador, en gran parte por la oposición de Juan Rodríguez de Fonseca y el secretario Lope de Conchillos, sobre los que recayó la administración colonial en este período, y era designado virrey Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón. Con este nombramiento se pretendía dirimir salomónicamente el contencioso entre Colón —y más tarde sus descendientes— y la Corona por el recorte de privilegios y atribuciones que, en opinión del navegante genovés, se había producido respecto a lo pactado en las Capitulaciones de Santafé. Sin embargo, la disputa continuó y se convritió en una cuestión secular, conocida bajo el apelativo de «Pleitos Colombinos». El virrey había reforzado su posición mediante matrimonio con María de Toledo, de la casa ducal de Alba. Pero, el enfrentamiento con la Corona fue la actitud habitual del joven Colón, pronto manifestada a raíz de la limitación de sus prerrogativas en el terreno de la justicia, tras la institución de la Audiencia de Santo Domingo en 1511. Durante el gobierno de Diego Colón tuvo lugar la primera gran denuncia de la acción colonial en América, que a la vez constituía el planteamiento de la duda sobre la legitimidad del dominio en aquellos territorios. Un sermón de fray Antonio de Montesinos impactó las conciencias de los colonizadores, entre ellas las de Bartolomé de las Casas y de Hernán Cortés, y al mismo tiempo, abrió una profunda revisión del sistema colonial, sobre todo en lo que se refería a la trata con los indígenas. La consecuencia más inmediata fue la creación de las Leyes de Burgos, promulgadas en 1512 y complementada con cuatro leyes más un año después, la cual recogía la legislación general de los indios, el trato que recibían y el régimen de la encomienda. Igualmente, fue nombrado Rodrigo de Alburquerque como repartidor de indios para tratar de evitar abusos. Debía seguir el criterio de asignar a los indígenas según los «merecimientos particulares» de los colonos. El reparto de 32.000 aborígenes, realizado de acuerdo con sus instrucciones, fue muy discutio y protestado.

Bajo el mandato de Diego Colón continuó la tarea expansiva por las islas circundantes del Caribe, en espacial Cuba, hecho que tuvo importante repercusión sobre la vida de Hernán Cortés. La Corona tenía gran interés por la «perla de las Antillas», a pesar de que las noticias procedentes de viajes de exploración no auguraban que su dominio fuera una operación rentable. Cortés participó en esta empresa conquistadora de Cuba[8]​ pero, de nuevo y según las versiones más fidedignas, en cargos civiles, ya como secretario del propio Velázquez —quien fue elegido por el virrey capitán de la expedición—, bien como oficial del tesorero Miguel de Pasamonte.[9]​ Hábil y sagaz, procuró granjearse la amistad y bienquerencia del adelantado. Pero, nuevamente, asuntos de faldas interfirieron en la vida de Hernán Cortés y dificultaron sus relaciones con Velázquez. En el séquito de María de Toledo, la virreina, había llegado un grupo de mozas[Nota 5]​ que despertaron rápidamente las apetencias de los colonos.[10]​ Gonzalo Fernández de Oviedo refiere la falta de mujeres, que obligaba a algunos a casarse con indias, aunque «había otros muchos más que por ninguna cosa las tomaran en matrimonio».[11]​ La llegada de castellanas e «hijosdalgas»,[12]​ por demás, debió constituir un aliciente no pequeño entre los hombres de La Española.[10]​ Sobre todo, en Hernán Cortés, quien «puso sus ojos» en Catalina Juárez y Marcaida,[10]​ hermana de Juan Juárez,[Nota 6]​ un granadino que pasó a América para probar fortunas en compañía de su familia.

El rico anecdotario cortesiano debe bastante a sus relaciones con Catalina en diferentes momentos de su vida y con signo distinto. Sucedió que el adelantao Velázquez cortejó a otra de las hermanas Juárez —de no demasiada buena fama, por cierto— y por esta razón se sintió en la obligación de exigir a Cortés que cumpliera una supuesta promesa de matrimonio hecha a Catalina. Al resistirse a las nupcias, Velázquez mandó a encarcelarlo. Sin embargo, otra interpretación achaca a motivos políticos la enemistad de Velázquez; quizá determinados enemigos de Cortés lo malquistaron con Velázquez, aunque sí está probado que conspiró con gentes descontentas del gobierno del adelantado: «Acusábanle Baltasar Bermúdez, Juan Juárez, dos Antonios Velázquez y un Antonio Villegas para que se casase con Catlina; y como le querían mal, dijeron muchos males de él a Diego Velázquez acerca de los negocios que le encargaban, y que trataba con algunas personas cosas nuevas en secreto. Lo cual, aunque no era verdad, llevaba color de ellos, porque muchos iban a su casa, y se quejaban del Diego Velázquez, porque o no creyó esto, con el enojo que él tenía porque ya no se casaba con la Catalina Xuárez, y le trató mal de palabras en presencia de muchois, y aún lo echó preso».[13]​ Incluso parece probable que los opositores de Velázquez escriberon a los oidos de la Audiencia de La Española, que investigaban los actos de gobierno, y Cortés portara el informe.[14]

Es muy posible que las dos causas, la personal y la política, confluyeran en la decisión de Velázquez de apresar a Cortés. Logró escapar con la colaboración, al menos pasiva, del guardián.[14]​ Capturado de nuevo al salir de una iglesia en que se había refugiado para ver a Catalina Juárez, fue recluido en un barco fondeado en la bahía. Cortés repitió la hazaña, pero ahora a nado, contra la corriente y los tiburones, llevando documentos comprometedores para Velázquez. Sin embargo, tuvo que aceptar las condiciones de Velázquez —sobre las nupcias— para buscar el perdón del gobernador.[Nota 7]​ Así, El peregrino indiano, de Saavedra Guzmán decía:

En la isla de Cuba acaso estaba
el famoso Cortés entretenido
en actos virtuosos se ocupaba
y era en aquella tierra obedecido.

Poca verdad y mucha abalanza gratuita. Pero era su segunda escapada de prisión la hazaña más celebrada por el mismo autor:[14]

Más, tanta la corriente era de un río
que temió aquesta, al barco trastornado,
de su ropa y papeles hizo un lío
sobre sí, y por el piélago nadando
como un pez contra la corriente fiera
salió del mar cansado a la ribera.

La pasión despertada por el tema cortesiano fue tal, que de una simple anécdota como la anterior hicieron cuestión de honor y reverencia Cervantes de Salanzar y Antonio de Herrera.[15]​ negando la habilidad de nadar al conquistador, circunstancia bastante improbable, por otra parte.

Tras su reconciliación con Velázquez y el casamiento con Catalian, Cortés estabilizó un tanto su vida y fue nombrado alcalde de Santiago de Baracoa. Aunque, genio y figura, no abandonó sus aventuras amorosas, furto de las cuales fue una hija habida con una india fuera de matrimonio. Pero si la vida del conquistador en estos años resultó monótona en relación a etapas posteriores, no por ellos es algo «tonto». Madariaga califica a esta etapa como una de «crecimiento, experiencia y formación» para Cortés.[16]​ En efecto, allí se ejercitó en la administración y en la práctica del sistema colonial, aprendió cuánto de intriga había en el mundo de la conquista y supo de la organización de las emprsas de Indias en unas islas desde las que en breves años saldrían expediciones intercaribeñas, a la Florida, a la zona de Tierra firme, y que pronto contemplarían el salto definitivo hacia el continente, comenzando la verdadera conquista.[17]

El viaje de Cortés[editar]

Desde su llegada al Nuevo Mundo, tras su paso por La Española y el posterior servicio a las órdenes de Diego Velázquez, Cortés no dejó de ser un colono y burócrata de mediana fortuna. Los indios de los que disponía por repartimiento, los yacimientos mineros de su propiedad y las actividades comerciales que practicaba en sociedad con Andrés de Duero, secretario de Velázquez, le permitieron rentas superiores a las que disfrutaban la mayor parte de los colonizadores. Pero esas realidades no satisfacieron las recónditas expectativas que abrigaba el extremeño. Por otra parte, las noticias que han llegado hablan de un derroche excesivo de gastos, achacable en gran medida a Catalina Juárez, la esposa de Cortés, cuyos caprichos de ostentacion casi siempre eran complacidos. Bien es verdad que la experiencia al servicio de la incipiente administración colonial le sería de enorme utilidad en un futuro próximo, pero la gloria y la fortuna era preciso buscarlas por otros derroteros.

La ocasión se presentó con motiva de la organización del nuevo viaje proyectado a las costas yucatecas por Diego Velázquez, tras el poco afortunado de Hernández de Córdoba y del dirigido por Juan de Grijalva, cuyo desenlace aún no es conocido. Es decir, el gobernador de Cuba tenía ya decidida una tercera expedicion antes del regreso del anterior.

El primer escollo a salvar por Cortés era su propia designación como capitán de la armada. Aquí se valió de la influencia ante Velázquez del secretario Andrés de Duero, su socio comercial, y de Amador de Lares, un veterano de las guerras de Italia, astuto, valiente, y curtido por la experiencia, aunque casi analfabeto. Con tales valedores y su innegable ascendiente sobre el gobernador, Cortés logró el encargo para dirigir la flota. Es este, un punto controvertido, ya que Bernal afirmaba tanjentemente: «... y todos los más soldados que allí nos hallamos decíamos que volviese el Juan de Grijalva, pues era buen capitán y no había falta en su persona y en saber mandar».[18][Nota 8]​ Sin embargo, la jefatura de Cortés estaba ya resuelta con anterioridad al regreso de la expedición anterior, y el supuesto deseo a que Díaz del Castillo se refiere no deja de ser una manifestación del buen concepto que de Grijalva teía parte de la hueste de su viaje, aunque, en último término, sin posibilidad apenas de convertirse en realidad. Porque, en efecto, el 23 de octubre de 1518, concretamente un días antes del regreso de Juan de Grijalva, el gobernador Velázquez daba a Cortés las instrucciones del viaje.

Objetivos y organización de la expedición[editar]

Primeras vicisitudes de la empresa[editar]

En tierras de Moctezuma[editar]

La «Revolución» de Veracruz[editar]

La autoridad de Cortés[editar]

Diplomacia y tácticas del conquistador[editar]

El cabildo de Veracruz[editar]

La «quema» de naves[editar]

La marcha sobre México[editar]

Enfrentamiento con los tlaxcaltecas[editar]

Camino hacia Tenochtitlan[editar]

La «Noche Triste»[editar]

Encuentro con Moctezuma[editar]

Rivalidades entre los españoles[editar]

La matanza del Templo Mayor[editar]

Los sucesos de la «Noche Triste»[editar]

La Caída de Tenochtitlan[editar]

El ataque final[editar]

El proyecto colonial[editar]

Gobernador y capital general de Nueva España[editar]

Geopolítica de la conquista[editar]

La organización de la colonia[editar]

El gobierno espiritual[editar]

El marqués del Valle de Oaxaca[editar]

Las últimas obras[editar]

La atracción del Mar del Sur[editar]

Las vanas esperanzas de la Corte[editar]

Muerte y legado[editar]

Notas[editar]

  1. Cortés ya había sido encarcelado en una ocasión acusado de conspiración, y Diego de Velázquez decidió relevarle del encargo antes de partir. En esta etapa le permitió adquirir una sólida experiencia en los asuntos coloniales y le mantuvo en contacto con las primeras expediciones enviadas a las costas mexicanas.
  2. La posible identificación de los españoles con seres divinos y de Cortés con el anunciado regreso del dios Quetzalcóatl favoreció quizá esta acogida.
  3. Curiosamente, esta proclividad de Cortés a complicarse la vida por las mujeres es silenciada en las biografías, como por ejemplo, en la de Lucio Marineo Siculo.
  4. Cervantes de Salazar es más explícito y le da el nombre de la enfermedad venérea que impidió el viaje: el mal de las bubas.
  5. Criada que sirve en menesteres humildes y de tráfago o también, una mujer que mantiene trato ilícito con alguno. No se confunda con moza del partido o de fortuna, que son conocidas actualmente como prostitutas.
  6. Cabe destacar que fue uno de los expedicionistas más allegados a Hernán Cortés.
  7. En opinión de muchos escritores, si no hubiera sido por las peripecias rocambolescas originadas por sus tensiones con Velázquez, los años de La Española y de Cuba tendrían poco interés novelesco y las obras que trataron su vida solían despacharlos con brevedad.
  8. Sin duda, se trata de una afirmación que el cronista hizo a posteriori como reflexión sobre las cualidades humanas de Grijalva destacadas por otros autores, según se ha apuntado. Además, los juicios de residencia eran revisiones de la actuación de los cargos públicos, bien al finalizar el periodo de jercicio o en cualquier momento del mismo.

Fuentes[editar]

Referencias[editar]

  1. Francisco López de Gómara: ob. cit., p. 296
  2. Francisco López de Gómara: ob. cit., p. 297
  3. Juan Pérez de Tudela Bueso, pp. 197-252.
  4. Historiadores de Indias, Vol. XXVI, pp. 298.
  5. a b Gutiérrez, pp. 45.
  6. Siculo, pp. 118.
  7. Francisco López de Gómara, pp. 237.
  8. Alamán, Tomo I, pp. 41.
  9. Francisco López de Gómara, 1947, pp. 30.
  10. a b c Gutiérrez, pp. 48.
  11. Oviedo, pp. 89.
  12. Morales, pp. 119.
  13. Francisco López de Gómara, pp. 297.
  14. a b c Gutiérrez, pp. 49.
  15. Herrera, pp. 308-309.
  16. Madariaga, pp. 84.
  17. Alamán, Tomo I, pp. 64.
  18. Francisco López de Gómara, 1947, pp. 18.

Bibliografía[editar]